lunes, 20 de diciembre de 2010

S

¿Por qué el amor? o ¿Para qué el amor?

ELLA se contornea, parece que baila, acude con presura, a una cita, a un encuentro; quizás una marcha, quizás un cumpleaños, o sólo camina, siempre como bailando, dando pasos largos, balanceando su pequeña cadera, y mientras camina no sabe que se acaba de convertir en un sapo. Nada mejor, porque justo está comenzando a llover, y en la esquina aparecen otros anfibios, que en un tiempo a esta parte, jubilosos, se han enamorado de su breve juventud, una juventud promiscua y, por sobre todo, acuática. Sin enterarse si quiera se dirige a la esquina, ahí croan todas, incorporadas ha está transformación universal, se refriegan, saltan, se pegan, dejan una estela viscosa, en el vestido, falda, saya o lo que sea, pero de ELLA, que aun no sabe que también es un sapo o que de pronto, instantánea, ridícula ha evolucionado-¿Corregido, reformado, mejorado?- en SAPO, siempre verde, porque verde es el color de éstos sapos (Perdón, uno tiene un tinte azul cerca de su ojo derecho). Y dígame alguien sinceramente: ¿Los sapos saben qué es el amor? Yo diría que si. Tanto que me da miedo tomarlos.

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