La vestí como pirata. Le puse una cinta negra en el cuello, un parche en el ojo izquierdo, aunque pudo ser el derecho, una camisa blanca, una delgada chaqueta oscura sin mangas ceñida al cuerpo, apegada, reluciente, tan nítida como una linea surcada en la tierra reflejando el busto, sus pechos: pequeños, creo, y más arriba, el último botón de la camisa suelto. Aún se ve sin vida... piensa, qué más, ya se me ocurrió... tome su brazo, abrí su boca, para la otra debo elegir una con labios más grandes o por lo menos más rojos, ja, y con dientes, porque parece un vacío, una cueva que asusta, le puse de todas formas el dedo en esa oscuridad poco creíble, y cerré su boca: mucho mejor. Los ojos, eso, les dibuje una leve modorra ¿Cómo se puede dibujar la modorra? mejor pereza, le pinto sus ojos simbolizando la pereza, haciendo que el rimel abarque un poco más de la mitad de los párpados. Por último, le puse una falda cortisíma ¿Negra o verde? El verde no va mucho con el negro, pero ¿todo de negro? ... mmm...Verde, fue una buena opción. La tomo tiernamente entre mis brazos, conjugo mi ternura, mi dedicación, la delicadeza, debe ser patética la escena, pero no, la verdad es que pienso que ella solamente se queda en silencio, pucha, se le cayó el dedo, no importa. La deje en la cama, eso, en silencio, imagino los gestos, los ojos cerrándose como aprisionados por el sueño, y reabiertos levemente por una luz que los dilata, para volver a desaparecer cayéndose los ojos fijos en mi mano, me imagino que se muerde la boca mientras, antes de cerrar mis ojos, le voy abriendo la camisa y me voy acercando con mi boca. Hago el sonido de un beso, aunque se que es mentira, definitiva y concluyente la mayoría de las veces, pero me parece hoy, real; un consuelo acogedor.
domingo, 5 de diciembre de 2010
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