Soñé que mis estudiantes se comían mi portafolio. Si, es muy posesivo escribir mis en vez de los estudiantes, porque nunca fueron míos. Hay algo que hace, sin embargo, que el mis sea más claro, oportuno dentro del sueño. Ahora, no se comían cualquier parte: ni las reflexiones, ni las planificaciones, ni las guías, ni los parámetros de evaluación, sólo las pruebas. Iban deshojándola una pregunta tras otra, una alternativa tras otra: Sólo I, Sólo I y II, Sólo I y III, I, II y III, Ninguna de las anteriores. Y cada vez que dejaban de masticar, tragar y saborear levemente la pregunta, me llamaban levantando su mano, yo me acercaba arrastrando los pies, y me decían: “Puede ser que lo estemos molestando, pero sólo así aprenderá” ¿Qué debía aprender? A, me lo iba a decir, pero apenas iba a pronunciar una frase, una palabra, sacaba otra pregunta y volvía a repetir los gestos, como quien juega con una flor: esta no, esta no puede ser, esta tal vez sólo si Polonia no hubiese sido invadida por Hitler en septiembre de 1939 y Stalin no hubiese firmado el pacto de no agresión, mmm, sabe muy bien, quizás era la correcta. Las filas se acercaban, mis estudiantes se acercaban, me ahogo, me ahogan. Me decían, pruebe, pruebe, de eso se trata ¿No?, girando sobre mi con sus uniformes oscuros, plomos, y algunos con zapatillas blancas, ¿Extraño que el inspector los hubiese dejado pasar sin obligarlos a cambiarse las zapatillas por zapatos? Ellos casi no me dejan respirar. Se enmudece el sueño. Oscurece por última vez. Supongo que mis ojos se mueven muy rápido, antes de ver que el día amaneció nublado.
sábado, 11 de diciembre de 2010
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