"Hola Mauri, voy a dar un paseo, sólo eso: un paseo" me dijo y no pude evitar, salir corriendo frente a sus ojos y fijarme en su barba dejada, toda blanca, los pelos alborotados, la cabellera desordenada, tiesa, no se le movió un pelo mientras lo subían a la ambulancia. Me pareció, en ésta ocasión, la cara de un viejo loco, de un Alonso Quijano en camino de ser Don Quijote, pero sin ninguna Sancho a su lado, porque el paseo que me dijo que iba a dar, es con todas sus letras incierto, y al mismo tiempo, es lo más lucido que alguien me ha dicho alguna vez, pues es cierto, es sólo un paseo al final de alguna calle, que de a poco he ido conociendo. Me imagino que, si bien estaremos ahí, ese paseo es solitario, aunque sea mirado desde un sano optimismo, las lágrimas de los demás nunca serán sus lágrimas, y a pesar de que le aprieten fuerte su mano, hay algo que evita que nos encontremos, hay un punto al cual todavía no podemos llegar. La vida se recubre media oscura, agotada, en un lugar que nadie podría definir muy bien. Aún así, lo aseguro, ese paseo no me lo perderé, lo mirare con unos catalejos que son la descendencia y estaré ahí con tu hija más cercana, que es una forma también de estar contigo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
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