Pasa el tiempo.
Paso YO.
Detrás de una puerta.
Detrás de tus ojos.
Soy envidioso de las fantasías;
incluso de las que mueren.
¿Por qué no te arriesgas?
¿Quieres hablar de tú muerte en mis brazos?
¿Quieres arrodillarte gimiendo como un caballo cruzando la meta?
¿Huele a Sexo? ¿Podrías adivinar las horas, los días, las semanas en que sobraban las palabras?
¿Morirías junto a mí? ¿Me olvidarías?
¿Podemos hablar de esto mañana?
¿Cuántas veces tendré que darte la vuelta, dirigirte como un jinete con sobrepeso o un escritor emborrachado?
Pasas Tú… pasas alegre… me alegró por ti.
¿Quién nos presentó?
¿De verdad existes?
¿O sólo eres como una melodía que pienso cuando deseo algo más que tu cuerpo en todas las direcciones que dan tres golpes?
Uno arriba.
Otro abajo.
El ultimo explotando hacia el final.
Después de todo ¿Podemos hablar?
Me dices que si.
No puedo decir NADA.
sábado, 25 de diciembre de 2010
SS
Me gusta leer, sobre viajes, amores y fantasías;
sobre lo que se crea, en dos páginas abiertas, como una flor criminal.
Un crimen Tuyo, Mío o de quién Sea;
siempre que la página parezca un edificio de letras sin descifrar,
sangre que seduzca peligrosa.
Desde mi amigo G: sobre arañas; con JP del islam.
Pero los libros tienen un problema:
y es que son algo parecido a la eternidad;
Y Rimbaud renegaba de la eternidad.
Debe ser porque somos ángeles cuadrúpedos
Que van a un cielo distinto,
donde todos al final somos trasquilados infernalmente.
Me gustaría a veces también,
sólo entre cigarro y cigarro; otro mortal
que me acompañe...
Yo pensé que los libros bastaban...
y ya cansado de los libros
¿Con qué sigo sin que sea inofensivo?
Tengo de homenaje las risas de los tontos.
Y con ellas se cierran mis ojos.
Jamás sabre el principio del eterno retorno.
sobre lo que se crea, en dos páginas abiertas, como una flor criminal.
Un crimen Tuyo, Mío o de quién Sea;
siempre que la página parezca un edificio de letras sin descifrar,
sangre que seduzca peligrosa.
Desde mi amigo G: sobre arañas; con JP del islam.
Pero los libros tienen un problema:
y es que son algo parecido a la eternidad;
Y Rimbaud renegaba de la eternidad.
Debe ser porque somos ángeles cuadrúpedos
Que van a un cielo distinto,
donde todos al final somos trasquilados infernalmente.
Me gustaría a veces también,
sólo entre cigarro y cigarro; otro mortal
que me acompañe...
Yo pensé que los libros bastaban...
y ya cansado de los libros
¿Con qué sigo sin que sea inofensivo?
Tengo de homenaje las risas de los tontos.
Y con ellas se cierran mis ojos.
Jamás sabre el principio del eterno retorno.
lunes, 20 de diciembre de 2010
S
¿Por qué el amor? o ¿Para qué el amor?
ELLA se contornea, parece que baila, acude con presura, a una cita, a un encuentro; quizás una marcha, quizás un cumpleaños, o sólo camina, siempre como bailando, dando pasos largos, balanceando su pequeña cadera, y mientras camina no sabe que se acaba de convertir en un sapo. Nada mejor, porque justo está comenzando a llover, y en la esquina aparecen otros anfibios, que en un tiempo a esta parte, jubilosos, se han enamorado de su breve juventud, una juventud promiscua y, por sobre todo, acuática. Sin enterarse si quiera se dirige a la esquina, ahí croan todas, incorporadas ha está transformación universal, se refriegan, saltan, se pegan, dejan una estela viscosa, en el vestido, falda, saya o lo que sea, pero de ELLA, que aun no sabe que también es un sapo o que de pronto, instantánea, ridícula ha evolucionado-¿Corregido, reformado, mejorado?- en SAPO, siempre verde, porque verde es el color de éstos sapos (Perdón, uno tiene un tinte azul cerca de su ojo derecho). Y dígame alguien sinceramente: ¿Los sapos saben qué es el amor? Yo diría que si. Tanto que me da miedo tomarlos.
ELLA se contornea, parece que baila, acude con presura, a una cita, a un encuentro; quizás una marcha, quizás un cumpleaños, o sólo camina, siempre como bailando, dando pasos largos, balanceando su pequeña cadera, y mientras camina no sabe que se acaba de convertir en un sapo. Nada mejor, porque justo está comenzando a llover, y en la esquina aparecen otros anfibios, que en un tiempo a esta parte, jubilosos, se han enamorado de su breve juventud, una juventud promiscua y, por sobre todo, acuática. Sin enterarse si quiera se dirige a la esquina, ahí croan todas, incorporadas ha está transformación universal, se refriegan, saltan, se pegan, dejan una estela viscosa, en el vestido, falda, saya o lo que sea, pero de ELLA, que aun no sabe que también es un sapo o que de pronto, instantánea, ridícula ha evolucionado-¿Corregido, reformado, mejorado?- en SAPO, siempre verde, porque verde es el color de éstos sapos (Perdón, uno tiene un tinte azul cerca de su ojo derecho). Y dígame alguien sinceramente: ¿Los sapos saben qué es el amor? Yo diría que si. Tanto que me da miedo tomarlos.
lunes, 13 de diciembre de 2010
J
"Hola Mauri, voy a dar un paseo, sólo eso: un paseo" me dijo y no pude evitar, salir corriendo frente a sus ojos y fijarme en su barba dejada, toda blanca, los pelos alborotados, la cabellera desordenada, tiesa, no se le movió un pelo mientras lo subían a la ambulancia. Me pareció, en ésta ocasión, la cara de un viejo loco, de un Alonso Quijano en camino de ser Don Quijote, pero sin ninguna Sancho a su lado, porque el paseo que me dijo que iba a dar, es con todas sus letras incierto, y al mismo tiempo, es lo más lucido que alguien me ha dicho alguna vez, pues es cierto, es sólo un paseo al final de alguna calle, que de a poco he ido conociendo. Me imagino que, si bien estaremos ahí, ese paseo es solitario, aunque sea mirado desde un sano optimismo, las lágrimas de los demás nunca serán sus lágrimas, y a pesar de que le aprieten fuerte su mano, hay algo que evita que nos encontremos, hay un punto al cual todavía no podemos llegar. La vida se recubre media oscura, agotada, en un lugar que nadie podría definir muy bien. Aún así, lo aseguro, ese paseo no me lo perderé, lo mirare con unos catalejos que son la descendencia y estaré ahí con tu hija más cercana, que es una forma también de estar contigo.
sábado, 11 de diciembre de 2010
Prueba
Soñé que mis estudiantes se comían mi portafolio. Si, es muy posesivo escribir mis en vez de los estudiantes, porque nunca fueron míos. Hay algo que hace, sin embargo, que el mis sea más claro, oportuno dentro del sueño. Ahora, no se comían cualquier parte: ni las reflexiones, ni las planificaciones, ni las guías, ni los parámetros de evaluación, sólo las pruebas. Iban deshojándola una pregunta tras otra, una alternativa tras otra: Sólo I, Sólo I y II, Sólo I y III, I, II y III, Ninguna de las anteriores. Y cada vez que dejaban de masticar, tragar y saborear levemente la pregunta, me llamaban levantando su mano, yo me acercaba arrastrando los pies, y me decían: “Puede ser que lo estemos molestando, pero sólo así aprenderá” ¿Qué debía aprender? A, me lo iba a decir, pero apenas iba a pronunciar una frase, una palabra, sacaba otra pregunta y volvía a repetir los gestos, como quien juega con una flor: esta no, esta no puede ser, esta tal vez sólo si Polonia no hubiese sido invadida por Hitler en septiembre de 1939 y Stalin no hubiese firmado el pacto de no agresión, mmm, sabe muy bien, quizás era la correcta. Las filas se acercaban, mis estudiantes se acercaban, me ahogo, me ahogan. Me decían, pruebe, pruebe, de eso se trata ¿No?, girando sobre mi con sus uniformes oscuros, plomos, y algunos con zapatillas blancas, ¿Extraño que el inspector los hubiese dejado pasar sin obligarlos a cambiarse las zapatillas por zapatos? Ellos casi no me dejan respirar. Se enmudece el sueño. Oscurece por última vez. Supongo que mis ojos se mueven muy rápido, antes de ver que el día amaneció nublado.
Nauta
Soy un cibernauta, un astronauta, argonauta, aeronauta, cosmonauta. O mejor: maurinauta. Tal vez sólo nauta, invadiendo y retrocediendo con los ojos. Porque para un nauta, el principio de casi todo está en los sentidos, y con ellos, alguna imagen, real o mentirosa, objetiva o esquizofrénica, imagen de algo que puede ser que éste en los libros, en una idea, en una fotografía, pero por sobre todo, en el tiempo: "Es para llorar que la vida es tan larga/ es para llorar que la vida es tan corta". Las miradas y los tiempos. ¿Dónde?
miércoles, 8 de diciembre de 2010
"Sin paraíso no hay romanticismo"
"Sin paraíso no hay romanticismo"
Es lo que recuerdo... tal vez ahora que estoy leyendo de nuevo, hubiese sido una buena síntesis que compartir, y claro, quizás ahora que pienso con menos claridad, pienso que hubiese sido el encuentro perfecto entre el hoy y el ayer, entre lo que somos y nos cuentan que fuimos, entre esa necesidad de querer volver al pasado, o sea, alguna vez un Adán en un paraíso, ¿perdido, olvidado, ansiado, tortuoso, culpable? qué se Yo, colóquele el adjetivo que quiera, pero digamos el mínimo común: verde, lleno de flores y animales, sin nombre, o en proceso de nombrar, un Sol, que no sabría describir, posiblemente más blanco, más rojo por las tardes, ¿Todos desnudos? ¿Dónde habrán tejido sus telas las arañas? ¿Qué moscas habrían quedado atrapadas? ¿Cómo habrá sido la primera lluvia? ¿Tras que miradas habrán surgido las cordilleras? ¿Qué hombres cansados habrán disfrutado del viento? ¿Habían veranos, inviernos? ¿Había otoños y primaveras? Pues no, parece que no. No me atrevo a afirmar. Eso es cosa del tiempo: ¿Del período Secundario, en un salto dudoso, pero que se visualiza hacia el Cuaternario? Eso se encarna en el espacio; ¿Escribo bien? el espacio, y el Edén no era ningún lugar, no era ningún jardín. Ni se caminaba durante paseos largos, ni se sentía la propiedad de una esquina, de un paradero, jajaja, imposible, ¿Cierto? en ese tiempo, muy lejano del siglo XXI, de un árbol (presumiblemente sólo el vedado), pues, ¿Hacia dónde podrías ir Adán si lo tenias todo o más bien, no tenías nada que olvidar? Todo estaba por hacerse, o por lo menos, sentirse, adquirir con la sensibilidad de los ojos, de la piel, de la emoción, del silogismo forzado, a esta altura en que los verbos recién se probaban en acciones inmaculadas, sin rencor. La verdad no te envidió nada Adán, ni si quiera la verdad de Dios, ahí a tu lado, ni el árbol del fruto prohibido, Yo, que a cada paso, pruebo una vez más la incertidumbre- puede ser también la obligatoriedad- de ser hombre, un hombre que nunca ha perdido un paraíso. Y tal vez por ello: ¿Más feliz? Lo seguro: sin aires de romanticismo.
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"Sin paraíso no hay romanticismo"
domingo, 5 de diciembre de 2010
Muñeca
La vestí como pirata. Le puse una cinta negra en el cuello, un parche en el ojo izquierdo, aunque pudo ser el derecho, una camisa blanca, una delgada chaqueta oscura sin mangas ceñida al cuerpo, apegada, reluciente, tan nítida como una linea surcada en la tierra reflejando el busto, sus pechos: pequeños, creo, y más arriba, el último botón de la camisa suelto. Aún se ve sin vida... piensa, qué más, ya se me ocurrió... tome su brazo, abrí su boca, para la otra debo elegir una con labios más grandes o por lo menos más rojos, ja, y con dientes, porque parece un vacío, una cueva que asusta, le puse de todas formas el dedo en esa oscuridad poco creíble, y cerré su boca: mucho mejor. Los ojos, eso, les dibuje una leve modorra ¿Cómo se puede dibujar la modorra? mejor pereza, le pinto sus ojos simbolizando la pereza, haciendo que el rimel abarque un poco más de la mitad de los párpados. Por último, le puse una falda cortisíma ¿Negra o verde? El verde no va mucho con el negro, pero ¿todo de negro? ... mmm...Verde, fue una buena opción. La tomo tiernamente entre mis brazos, conjugo mi ternura, mi dedicación, la delicadeza, debe ser patética la escena, pero no, la verdad es que pienso que ella solamente se queda en silencio, pucha, se le cayó el dedo, no importa. La deje en la cama, eso, en silencio, imagino los gestos, los ojos cerrándose como aprisionados por el sueño, y reabiertos levemente por una luz que los dilata, para volver a desaparecer cayéndose los ojos fijos en mi mano, me imagino que se muerde la boca mientras, antes de cerrar mis ojos, le voy abriendo la camisa y me voy acercando con mi boca. Hago el sonido de un beso, aunque se que es mentira, definitiva y concluyente la mayoría de las veces, pero me parece hoy, real; un consuelo acogedor.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Lectura
Hans, cuando estoy mucho tiempo en un mismo lugar noto que veo peor, como si empezara a quedarme ciego. Todo va pareciéndose, se vuelve borroso y dejo de maravillarme. En cambio cuando viajo todo me parece un misterio, incluso antes de llegar. Me gusta por ejemplo ir en las diligencias y observar a los desconocidos que viajan conmigo, me gusta inventar sus vidas, adivinar por qué se van o por qué llegan. Me pregunto si pasará algo que nos una por azar o si nunca volveremos a cruzarnos, que es lo más probable. Y como seguramente no volveremos a cruzarnos, pienso que esa intimidad es única, que podríamos seguir callados o confesarnos cualquier cosa, yo qué sé, mirando por ejemplo a una señora pienso: ahora mismo podría decirle la amo, podría decirle señora, sepa que usted me importa, y habría una posibilidad entre mil de que en vez de mirarme como a un demente ella me contestara gracias o me sonriera (¡ y una mierda!, dijo Reichardt, ¡lo que haría la señora es darte una bofetada, por calenturiento!), sí, claro, pero también podría preguntarme: ¿Lo dice usted en serio? o de pronto podría confesarme: hace viente años que nadie me lo decía ¿entiendes? Quiero decir que me emociona sospechar que es la única vez que veré a los pasajeros de esa diligencia. Y al verlos tan callados, tan serios, no puedo evitar pregutnarme en qué estarán pensando mientras me miran a mí, que sentirán, qué secretos tendrán, cuánto sufren, a quién aman, eso. Es igual que con los libros, los ves apilados en una librería y te gustaría abrirlos todos, saber al menos como suenan. Piensas que podrias estar perdiéndote algo importante, los ves y te intrigan, te tientan, te hablan de lo pequeña que es tu vida y lo inmensa que podría ser.
Hans. El viajero del siglo.
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