viernes, 9 de octubre de 2009

La pregunta de M

M me pregunta sobre la bondad humana, dice algo así ¿Es acaso el ser humano bueno por naturaleza?
Se supone que a la vuelta de la esquina siempre se esconde alguien para asesinarnos, como sea, arrullado en la espera del fin… de una vida que se acaba antes de tiempo, un punto muerto que se lleva todo a su paso. Pero también puede ocurrir lo contrario. M siempre se interesa por las esencias metafísicas y que agradable es escuchar su visión idealista de las cosas… porque aunque el materialismo es sugestivo, M siempre tiene una visión meridiana, o al menos así me lo parece. Dice: no cree que es absurdo, eso que llaman condiciones materiales, porque imagine usted, aunque lo que le digo no es mío totalmente, lo pensé junto con Kafka a media noche. No recuerdo, pero no importan las precisiones, ora quizás soy la reencarnación del judío alemán, ora porque nunca pase de la primera página de la metamorfosis, lo cierto es que: ¿cómo sabe usted que es usted? O más general aún, ¿cómo sabe que pertenece a eso que llámanos la condición humana? Por ejemplo, un hombre se acuesta siendo hombre un día y luego, mientras son las cinco de la mañana de un insomnio largo para mi imaginación torcida, aparece convertido en el australopitecos, una vuelta cíclica al principio de la evolución y ese casi hombre o cuasi mono no se pregunta por quién es, de hecho no entiende nada, no entiende las sabanas mojadas, no entiende la ropa, no entiende el sol que sale por el levante y le encandila mientras se saca unas legañas adheridas en sus ojos. Cinco minutos, en un intervalo tan rápido como la velocidad de la luz, salta hacer un homo habilis y por fin las cosas adquieren sentido… el yogurt a medio terminar de la noche anterior, las migas de pan, sin embargo el control remoto aún es demasiado complejo, no resiste que lo azoten contra el suelo. Imagínese que lo hace ¡como salen disparadas las pilas!

Este homo habilis se extraña, toma conciencia de si solo unos momentos para ponerse de pie y entender que los zapatos son los zapatos porque sirven para caminar, ahora que esta erecto, entiende que la ropa, el pijama a rayas que le regalo la madre, sirve para tapar sus “vergüenzas” que no son tan vergonzosas diría Julia, novia del hombre que esta mañana se ha despertado como Australopitecos y que en diez minutos ha avanzado miles de años de evolución. ¿Acaso eso no dice la teoría? Me quedo callado, ya voy en el segundo cigarro, el primero lo encendí tratando de recordar mis conocimientos materialistas para poder debatir… son vagos. Sigue: Así en un radio continuo, en el mismo espacio, pero con el tiempo avanzado, las condiciones materiales no han sido más que la mera conjunción de la capacidad mental, es decir, aumento de la capacidad cefálica y del encuentro del sentido de las cosas. Usted dirá falacia, usted dirá aquí hay gato encerrado, porque la evolución solo ha sido posible por las condiciones de domino o creación de los medios de producción que están acompañadas de ciertas formas sociales. Pero eso es adelantarnos a las cosas, adelantarnos a los sucesos, puesto que no es el control sobre la naturaleza de las diversas formas que usted crea, sino los sentimientos, ideales y sueños que los transformaron. ¿Ideología? Dígame usted ¿Qué ideología tiene regalar una flor? ¿Qué condiciones materiales hay cuando usted decide darle un beso a Julia? ¿Qué ideología y condiciones materiales tuvo, cuando decidió peinarse, planchar la ropa, lustrar los zapatos, perfumarse, adelantarse al momento imaginando como iba hacer, lo que iba a decir en ese primer encuentro? Mal que mal lo que trato de decir, es que lo material tiende a demudar bajo la imaginación, bajo el idealismo… el idealismo de un Quijote rezando sin pantalones y de cabeza por su querida dulcinea. Creo yo que te pusiste nostálgico digo, le tomo el brazo y pienso en la primera pregunta, pienso que la maldad es seductora, que el bien es lo que más duele y que no sé si el hombre es bueno o malo por naturaleza, solo se que nos cansamos de nosotros y de los demás, sobre todo cuando entre tantos seres humanos juntos, pasando de aquí para allá, en quehaceres, tareas, tedios, fiestas, direcciones y destinos uno no conoce al más mínimo, no conocemos más que el vacío que portan porque es el vacío de uno. Me atrevo a decir: es una decisión personal, a cada cual le toca decidir.
Ya esta atardeciendo, hace frío, pero los árboles están tan lindos -¿lindos no será una palabra muy rosa, una palabra de mujeres? Me pregunto-. Me corrijo: están (me acuerdo de una receta de cocina) exquisitos. M se ríe, pone sus manos sobre la mesa, se abrocha el botón del cuello de la camisa, dice: Y entonces, como depende de cada uno, depende de qué quiera, sienta y sueñe como bien… Pero hay un bien inherente, de todos para todos… el bien es aquello que se hace desprovisto de interés, sin el lucro del tiempo, el bien debe ser aquello que nos alegra el corazón… que toca fibras que uno creía perdidas, como el poema de Huidobro, ¿Lo recuerdas? No le contesto, y de pronto sin aviso, formidablemente, con su voz real aunque se diga idealista me cita de memoria a Huidobro ¡Qué memoria!:
“Imposible saber cuando ese rincón de mi alma se ha dormido
Y cuando volverá otra vez a tomar parte de mis fiestas íntimas
O si ese trozo se fue para siempre
O bien si fue robado y se encuentra integro en otro”.

Y… suspiro, y qué, dice, el bien es aquello que nos trae devuelta el alma, aquello primitivo y que estuvo desde siempre y el mal aun no sé que es. Como dice Tolstoi, el bien homologándolo al amor, se decide en un juego de miradas y sonrisas… así se puede descubrir. Apago el cigarrillo, es una pregunta que me devuelve la alegría de la vida, aunque la respuesta no la entiendo. Pidamos otro café. Enciendo otro cigarrillo.

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